Estaba de visita en la casa de mis abuelos. Casi nunca los
veía, no era mucho el afecto que tenía hacia ellos; la casa me impresionaba
bastante por ser vieja y grande, por eso nunca me quedaba, a pesar de que
mis abuelos siempre me invitaban.
Como era la fecha de mi cumpleaños, ellos me regalaron una
laptop nueva, así que fue casi una obligación quedarme un fin de semana con mis
abuelos.
Yo acostado, pero sin poder dormir, averiguaba con
cuidado la oscuridad del cuarto. En aquella oscuridad, algunas cosas parecían
moverse, sobre todo un abrigo que estaba colgado en el rincón. Parecía mover
las mangas como si hubiera algo dentro, daba la apariencia de alguien sin
cabeza y sin piernas.
Trate de no mirar más hacia el abrigo, pero donde ponía la
mirada había algo que se veía más aterrador. Hasta esas manchas de humedad que
estaban en una de las paredes, parecían ser un rostro deforme que sonreía. En
el rincón más oscuro, veía aparecer y desaparecer a un cuerpo pequeño, que
flotaba por un rato para enseguida desaparecer en la oscuridad. Para no seguir
asustándome, cerré los ojos y me cubrió hasta la cabeza con la frazada. El
silencio de la casa y sus alrededores finalmente hicieron que me durmiera.
Al día siguiente, desperté al escuchar que golpeaban la
puerta; ya era de día, era mi abuela. Ella me preguntó desde el corredor, si
podía pasar, yo le dije sí.
-Veo que sentiste frío hubieras tomado una frazada del
ropero- me dijo, abriendo un poco la puerta.
- No sentí frío abuela ¿por qué lo dices?- le pregunte
mientras mi abuela se sentaba en la cama.
-Creí que habías sentido frío, porque veo que tienes ese
abrigo en la cama.
Mire hacia un lado y vi horrorizado que el abrigo que vi
anoche y parecía moverse, estaba sobre mi cama.
SALCEDO CÁCERES, Juan Luis
Villa Cerrillos, Cerro Colorado, Arequipa
2012
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