Una de la madrugada; la oscuridad hacia que la noche oliera
a muerte. La densa neblina impedía ver más allá de cinco metros; en tanto las
hierbas, pastos silvestres el sueño hacia presa del abuelo, quien conducía el
pesado camión cargado de troncos. Sus rendidos párpados hacían que sus pestañas
se unieran entre sí, al costado derecho de la caseta iba sentado "hermano
Roger", el ayudante del abuelo. Roger, mantenía los ojos redondamente
abiertos a la expectativa de toda maniobra del abuelo.
En tanto yo, el nieto, en la plenitud de sus ligeros 8 años;
buscaba abrigarme entre mi abuelo. Roger sentía los pies helados, las manos
frías y el rostro apretado por el frío el abuelo cuidadosamente deslizaba sus
gruesas y cansadas manos sobre el timón. Y cada vez que el motor requería
potencia, encogía el pie izquierdo, luego presionaba con fuerza el embrague
simultáneamente cambiando la velocidad.
A la vez el abuelo la limpiaba con un retazo de costal
viejo. Fue entonces que Roger sugirió:
─ Abuelo, mejor descansa...
El abuelo con voz gruesa y enérgica sentenció:
─ ¡Carajo! ¡Los
hombres nunca se cansan!
─ ¡Para abuelo! ─ el camino ya no se notaba, la nevada hizo lo suyo.
El abuelo grito a Roger:
─ ¡Ya te dije! además
coge la lampa y vas a ir adelante abriendo huella y me guiaré por ella.
Roger, sin pérdida de tiempo abrió la puerta, sacó una pala
de la parte posterior del asiento e inmediatamente se puso a abrir camino, el
abuelo muy cuidadosamente empezó a guiarse.
Luego de avanzar unos doscientos metros, Roger caminaba pero
resbaló y cayó. Ell abuelo me dijo:
─ Este es un
"cojudo murmullo”, anda dile que suba que vamos a quedarnos a descansar,
ya falta poco para llegar a la carretera principal, ya que de ahí para adelante
todo es bajada...
Muy ágilmente salté al camino y fui a decirle a Roger que
dejara de abrir camino que íbamos a descansar.
Hábilmente el abuelo estacionó el camión, dejando un angosto
espacio como para que pasara otro camión. Sacaron tres frazadas de la parte
posterior del asiento, procedieron a cubrirse cada uno casi en la misma
posición en la que viajaban.
─ Roger, sólo una
pestañeada y nos vamos...
─ Ya abuelo
Rápidamente el abuelo había logrado sumergirse en profundo
sueño, Roger buscaba mejor posición, aún así no lograba dormir.
Después de 10 minutos aproximadamente, Roger vio una señora
y quiso despertar al abuelo:
─ Abuelo, mira parece una señora la que está afuera
caminando, ¿pero aquí? y ¿a ésta hora? Abuelo, abuelo... en voz baja y temblorosa
trató de despertar al abuelo.
─ Mira esa señora ─ agregué.
El abuelo despertó exaltadamente.
─ ¡Qué pasa!
─ Mira abuelo, esa
señora ¿qué hará a ésta hora… y sola?
Volvió a activar el limpia parabrisas.
─ ¡Qué carajo!
Encendió las luces e inmediatamente se escuchó un grito
desgarrador que sacudió las almas de los tres y los cerros simultáneamente contestaron
el prolongado grito. Extendió los brazos y se pudo ver claramente su
mortificado rostro, sus largos brazos, sus despellejadas y huesudas manos que
intentaban rasgar el camión. Notábase también sus largas y torcidas uñas que
arañaban el aire, la rotosa y podrida bayeta que cubría al diabólico ser. Se
desprendía con la fuerza del viento, su espantosa y larga cabellera, se dejaban
colgar desde su cadavérico cráneo casi hasta la cintura frente a los
estupefactos rostros de Roger, el abuelo y el mío.
El abuelo inmediatamente reaccionó e intentó encender el
motor; uno, dos y tres intentos…
─ ¡Nada carajo!
Un intento más y encendió, desesperadamente puso en marcha
el camión, las bruscas maniobras hicieron que el esquelético ser se hiciera a
un lado, presionó el acelerador y empezamos a huir. En tanto el momificado
cuerpo, intentaba detener el camión con ése grito desgarrador y diabólico que se
hacía cada vez más lejano.
Se alejaron poco a poco y el abuelo sólo atinó a decir con
una voz temblorosa:
─ ¡Dios Santo!
perdona a ésa pobre condenada, mientras mi hermano Roger y yo, nos pusimos a
rezar.
¿Qué era eso abuelo?, pregunte aún titubeando.
─ Eso es una condenada,
Dios la ha castigado y enviado a la tierra a pagar su condena hasta llevar un
cuerpo y alma. Buscan niños que no han cometido pecado alguno. Estos condenados
seguramente, antes de su muerte han escondido dinero o algún objeto de oro y
nunca han dado a conocer su existencia. Una vez muertos son condenados y andan
penando, pagando su ambición terrenal.
Tuvimos mucho miedo pero finalmente llegamos a casa.
QUISPE QUISPE, Wilbert
Villa Cerrillos, Cerro Colorado, Arequipa
2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario